Sentado con las piernas cruzadas en el suelo del Château Marmont de Los Ángeles, Gael García Bernal miraba con admiración a su amigo de toda la vida y también actor Diego Luna. Apenas la noche anterior, habían subido al escenario del Peacock Theater y, como se esperaba, habían entregado el Emmy al mejor director de una serie limitada o de antología o película para televisión.
Menos esperado, y en un movimiento que dijeron no estuvo aprobado de antemano, habían entregado el premio hablando en español.
(milenio)