De pequeña tenía unas orejas que sobresalían como grandes alas de mariposa. Algunos niños de mi colegio en Los Ángeles se burlaban de ellas, y a menudo me miraba en el espejo deseando que mis orejas quedaran planas contra mi cabeza.
No fue hasta que conseguí mi primer papel importante en un programa de televisión, a los 12 años, cuando opté por someterme a una cirugía de orejas, una decisión que nunca había hecho pública hasta ahora.
Durante años, mis padres me vieron batallar con una vergüenza privada, aunque comprendieron que era una niña fuerte que podía soportarlo. Y cuando supe que millones de personas de todo el mundo me juzgarían en sus pantallas de televisión, no solo en un patio de recreo, ese conocimiento lo cambió todo para mí.
(milenio)